A simple vista la decisión era sencilla: mar o montaña. El día había amanecido con fuertes rachas de viento que prometían un cielo interesante para el atardecer y quizás, con un poco de suerte, unas buenas luces. Sin embargo, no me resultaba fácil decidirme. De hecho, hacía tiempo que no lo veía tan poco claro.
El atardecer en la montaña tenía toda la pinta de ser espectacular pero, no sé porqué, me llamaba más ir al mar. Sabía que me arriesgaba a irme a casa sin ninguna imagen interesante pero también sabía que, si tenía la suerte de tener una buena luz, allí podría sacarle mucho más partido. Así que, tras meditarlo bastante, decido arriesgar. Cogí los bártulos y me dirigí a una de mis calas preferidas. Como llegué con tiempo suficiente, me puse a hacer fotos mientras recorría las rocas de la cala y estudiaba cual sería la mejor ubicación para más tarde.
Las luces cada vez prometían más y el mar estaba en su punto: ni muy tranquilo ni pasadito. En pocos minutos, las nubes empezaron a teñirse de rojo por lo que decidí que era el momento de cambiar de ubicación y esperar las luces en otro punto de la cala hacia donde se dirigían las nubes a toda velocidad.
Una vez allí, estudié varios encuadres e hice un par de tomas para ver cómo quedaban. Sin embargo las nubes rojas, que se movían muy rápidas hacia el encuadre que tenía preparado, todavía no lo alcanzaban. Tenía que esperar a que llegaran o cambiar de encuadre. Al final, mi intuición me hizo cambiar de encuadre, pues tenía la sensación de que aquellos colores podían esfumarse antes de llegar al encuadre que había elegido. Así pues, sin pensarlo dos veces, cambié el encuadre hacia esas nubes con el objetivo de intentar captar ese instante que quizás se iba a desvanecer en pocos segundos. Y así fue, el tiempo justo de hacer dos tomas y la luz que iluminaba las nubes se desvaneció por completo, dejando todo el paisaje con una luz fría y tétrica. El espectáculo había terminado.
Y éste fue, quizás, el mejor instante que me llevé conmigo. Una imagen de un instante que se esfumó en pocos segundos pero que quiso que mi cámara y mi retina captaran. Así son los instantes mágicos, instantes fugaces, efímeros...
Buenas luces!