Estaba seguro que aquel bosque era el refugio ideal para aquella tarde tan calurosa. Nada más pisar las primeras hojas de aquel caminito que se adentraba en sus entrañas, su sonido ya me transportó a otras estaciones de temperaturas más agradables y la sensación de frescor y, por tanto, de alivio fue casi inmediata.
Aquella tarde no tenía prisa y mis pasos eran lentos, como si quisiera que mis ojos descubrieran cada uno de los secretos que aquel lugar escondía. La luz de la tarde se filtraba por entre las hojas, intentando iluminar con su cálida magia cada uno de sus rincones. Poco a poco me dejé arrastrar por el encanto de aquel pequeño rincón, descubriendo a cada paso imágenes que intentaban jugar con mi imaginación y que me transportaban a mundos oníricos en los que la realidad perdía toda consistencia.
Buenas luces!