De nuevo otoño. La naturaleza sigue su ciclo y los árboles, como cada año, se van despojando de sus hojas que, poco a poco, tapizan el bosque. Algunas encuentran reposo sobre las rocas mientras otras van cayendo sobre el lecho del riachuelo, quedando a merced de la corriente. Me quedo unos minutos observando el deambular de las hojas, intentando descifrar el enigmático camino que van recorriendo hasta quedar presas sobre alguna roca de la orilla. Las ramas reflejadas parecen intentar, a duras penas, retenerlas unos minutos más, como resistiéndose a perderlas para siempre.
Mientras escucho el sonido de las hojas, pienso en un otoño que prometía imágenes de lugares idílicos pero que, al final, no pudo ser. Un otoño inusual y, tal vez, extraño que me ha hecho regresar a algunos rincones que tantas veces he frecuentado y que, casi siempre, se traduce en alguna imagen y buenas sensaciones. Y es que, a veces, lo que importa no es el lugar donde fotografiamos, sino lo que sentimos cuando lo hacemos.
Mientras pienso en todo esto, suena Miles Davis y, sin poder evitarlo, empiezo a soñar con el próximo otoño...
Mientras escucho el sonido de las hojas, pienso en un otoño que prometía imágenes de lugares idílicos pero que, al final, no pudo ser. Un otoño inusual y, tal vez, extraño que me ha hecho regresar a algunos rincones que tantas veces he frecuentado y que, casi siempre, se traduce en alguna imagen y buenas sensaciones. Y es que, a veces, lo que importa no es el lugar donde fotografiamos, sino lo que sentimos cuando lo hacemos.
Mientras pienso en todo esto, suena Miles Davis y, sin poder evitarlo, empiezo a soñar con el próximo otoño...
Saludos!