Aquella mañana había quedado con dos buenos amigos. He de confesar que no suelo quedar con más gente para fotografiar, soy más de ir solo. Pero ya hacía tiempo que no nos veíamos y teníamos mucho que contarnos. La idea era hacer las primeras luces y, con la excusa, vernos y charlar un rato.
Llegué el primero. Desde el aparcamiento, ya se adivinaban las primeras luces en el horizonte. ¡Como no lleguen ya, no pillamos esas luces!, pensé. Al cabo de unos minutos, como si me hubieran oído, los veía llegar. Nada más bajar del coche cogimos las mochilas y, casi sin saludarnos, nos fuimos hacia la pequeña cala a la que teníamos pensado ir. En cuanto llegamos a la localización, Jose decidió quedarse allí mismo mientras que Jose Ramón y yo decidimos explorar un poco más allá en busca de algún rinconcito interesante. No teníamos mucho tiempo. Las primeras luces ya estaban casi en su punto, pero queríamos buscar algún primer plano diferente. Sin querer, nos metimos en un buen lío. Subimos, cargados con nuestras pesadas mochilas y trípodes, por unas rocas margosas bastante sueltas y peligrosas para poder pasar hasta la siguiente cala sin mojarnos. La verdad es que la cosa pintaba bastante mal y, en algún momento, pasamos algo de miedo. Cuando conseguimos llegar al punto que queríamos, nos llevamos una decepción al ver que no había nada interesante. ¡Teníamos que regresar lo más rápido posible! Pero, ésta vez, y visto lo que mal que lo habíamos pasado, decidimos volver por la orilla con remojón incluido.
Las luces se nos escapaban. Nuestra aventura nos había hecho perder mucho tiempo. Tan sólo disponíamos de unos pocos minutos para buscar un encuadre y tratar de sacar algo decente. Esa urgencia por buscar un primer plano me hizo fijarme en esa roca algo más blanquecina que reflejaba la luz del sol. No tenía más opción. Monté la cámara sobre el trípode y compuse la imagen a través del visor. Sabía que no podía fallar en la medición, así que calculé el tiempo de exposición para que nada fallara.
Quizás fueron muy pocas las imágenes que aquella mañana me regaló pero, a cambio, me regaló unos momentos muy especiales con estos dos amigos. Y es que, en ocasiones, la fotografía es una excusa perfecta para encontrarte con gente que aprecias y que comparte las mismas inquietudes. Sin esos momentos, la fotografía perdería mucho de su encanto.
Para vosotros, por todos esos momentos...
Saludos!